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05.11.2014  |  06:00 hs.  |  Amigos Universidad de Tel Aviv

Universidad de Tel Aviv

Un paso gigante para la Universidad de Tel Aviv


SpaceIL y la cuenta regresiva para hacer un lanzamiento azul y blanco.

En 1988 Israel se unió a la aristocracia aeroespacial tras el lanzamiento de un vehículo que ponía satélites pequeños en órbita, hazaña que la convirtió en la octava nación del planeta en alcanzar esa capacidad. Pero ahora, un grupo de graduados de la UTA que trabaja en SpaceIL combina los  logros técnicos y científicos de Israel para hacer que un primer vehículo no tripulado israelí aterrice en la luna.

                “Nuestro objetivo consiste en hacer que Israel se convierta en la cuarto país, después de las superpotencias Estados Unidos, Rusia y China, en alcanzar este hito histórico”, afirma el graduado Yariv Bash, ingeniero en computación y electrónica y cofundador de SpaceIL, organización sin fines de lucro que se encuentra en el campus de la UTA. Este proyecto compite por el premio Google Lunar X, competencia mundial patrocinada por la corporación Google y que tiene un premio en efectivo de 20 millones de dólares para el ganador. Con todo, para Bash y su equipo, que incluye a unos 35 graduados de la UTA, no se trata de una cuestión monetaria.  Se trata de aventurarse a donde hasta ahora no llegó ningún israelí.

                “SpaceIL es una empresa emergente típicamente israelí, en el sentido de que se basa en el trabajo en equipo, la dedicación y el pensamiento creativo para desarrollar soluciones viables con un presupuesto acotado”, agrega Bash. De hecho, parte del encanto radica en que el modesto diseño del vehículo, similar a un cilindro convexo, se asemeja más a un termotanque solar de esos que se ponen en el techo de la casa que a un prototipo digno de la ciencia ficción. “Es un proyecto de ingeniería apasionante y muy difícil,” afirma Bash. “Y es por eso que las personas se quieren involucrar.”

Más allá de Google Earth

                Para ganar el Premio Google, SpaceIL tiene que ser el primero en lograr que su vehículo alunice, recorra 500 metros y envíe transmisiones en vivo a la Tierra antes de que se termine el 2015. La misión es colosal, pero Bash es optimista: “Si nos basamos en la tecnología satelital de Israel, que ya ha demostrado lo suyo en el espacio, y en su liderazgo en nanotecnología y tecnología de punta, creo que tenemos excelentes posibilidades de llegar ahí primeros”,  agrega.

                Mientras que muchos equipos representan a empresas privadas, SpaceIL es un emprendimiento estrictamente sin fines de lucro. “Tenemos 17 empleados y asesores de tiempo completo, así como 260 voluntarios que vienen por la noche, lo que hace que el proyecto esté en marcha todo el tiempo, incluso durante los fines de semana”, afirma Bash. Y agrega que la dirección de SpaceIL se lo pasa buscando fuentes adicionales de financiamiento, dado el patrocinio limitado que reciben por parte de la Universidad de Tel Aviv y otras organizaciones.

Un equipo de alto vuelo

Bash, que terminó sus estudios de grado en ingeniería eléctrica y electrónica en la UTA, trabajó para el gobierno antes de que se lanzara el emprendimiento SpaceIL. No le resulta ajeno el armado de equipos: en sus ratos libres dirige Machanet,  evento anual al que se accede únicamente por invitación, en el que, durante una sesión maratónica de tres días, jóvenes talentosos proponen ideas en materia de tecnologías de punta.            

                Con todo, a medida que SpaceIL se acercaba al final de la etapa de planificación, se hizo evidente que para llegar a la línea final en esta carrera iban a necesitar la ayuda de un administrador que fuera además conocedor de las ciencias. Es por esta razón que Bash y sus colegas contrataron al doctor Erán Privman, experto en neurociencia y en ciencia de la computación, doctorado en la Escuela de Ciencia de la Computación “Blavatnik” de la UTA y el Instituto Weizmann.

                En el pasado, Privman dirigió proyectos como piloto de combate y gerente de Investigación y Desarrollo de la Fuerza Aérea Israelí, en diversos puestos en el campo de capitales de riesgo y tecnologías de punta, y fue además miembro del concejo deliberante de su ciudad natal.

                “SpaceIL es por lejos el proyecto más complejo que tuve en manos”, afirma Privman. “Por un lado, la mayoría de los integrantes son voluntarios:¡en ningún currículum aparece el ítem 'alunizaje'!, y por el otro, trabajamos con recursos muy limitados. De todos modos, el talento y la motivación son muy altos, y eso, en mi opinión, nos va a permitir llevarnos los laureles”, agrega.

Desafíos técnicos… y una misión educativa

Los desafíos técnicos que enfrenta el equipo de SpaceIL son enormes, pero el truco, de acuerdo con Bash, consiste en pensar en pequeño para mantener bajos los costes del lanzamiento. “En vez de construir un cohete enorme para salir de la atmósfera de la Tierra, nuestra nave espacial, que tan sólo pesa 136 kg, va a viajar en un cohete de los que se emplean para lanzar satélites comerciales y, únicamente cuando esté en órbita, ésta se va a poner en marcha rumbo a la luna” explica, y agrega que, para entrar en la órbita lunar, se necesita aproximadamente un mes. Después, agrega, es posible que la nave dé vueltas alrededor de la luna por otras dos semanas, esperando a que llegue el momento justo para acercarse a la superficie y, en la medida de lo posible, alunizar correctamente y sin estrellarse. “Hacemos muchísimo hincapié en la redundancia, y nos aseguramos de que haya sistemas de auxilio en caso de que falle algo. A fin de cuentas, tenemos una solo oportunidad.”

                “Mientras sueña con ese viaje tan mentado al espacio, el equipo de SpaceIL promueve el proyecto como una fuente de inspiración en la Tierra, tanto en Israel como en el resto del mundo.

                “A fines de los años 60, el alunizaje del Apolo tuvo muchísima resonancia,  transformó a los científicos en héroes culturales y alentó a una generación de estudiantes a estudiar matemática, ciencia e ingeniería. Esto es lo que se conoce como 'el efecto Apolo'”, dice Privman. “Con SpaceIL, no nos sentamos a esperar el alunizaje para empezar a difundir este tema. Gracias a nuestras conferencias y talleres ya nos acercamos a 40 mil alumnos israelíes y empezamos a trabajar con una ONG de los Estados Unidos, el iCenter, para dar a conocer lo que hacemos a los niños judíos de los Estados Unidos”, agrega Bash.

                “No se trata tan sólo de acercar a los judíos del mundo a Israel en el contexto de una imagen positiva, sino que además rompemos el 'techo de cristal' en términos de ciencia y educación. Les decimos: “¡Miren lo que estamos haciendo! ¡Ustedes podrían ser parte de esto!” Incluso si tan solo el dos o el tres por ciento de los niños a los que les hablamos aceptan el reto, ya habremos logrado mucho más que un viaje a la luna,” concluye Bash.

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