EMILIANO KARGIEMAN, CEO Y FUNDADOR DE SATELLOGIC SERA UNO DE LOS PANELISTAS DEL I DAY 2016
Deseamos informarles que el reconocido emprendedor tecnológico Emiliano Kargieman, fundador de Satellogic, empresa que desarrolla tecnología espacial, y que ya puso en órbita cinco nanosatélites y planean tener 300 satélites en total, será uno de los disertantes en el INNOVATION DAY 2016 . El evento se realizará el día jueves 2 de junio de 9 a 13 hs. en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza. Los otros panelistas son: Gerry Garbulsky; Miguel San Martin (ingeniero de la NASA); Diego Bekerman, Director General de Microsoft, Federico Procaccini (CEO de Google), Dinorah Friedman- Morvinski, Investigadora de la Universidad de Tel Aviv, Galo Soler-Illia (nanotecnólogo) y Sergio Feferovich (director de orquestas).
Informes: http://www.auta.org.ar/nota/val/328/val_s/13/innovation-day-2016
Inscripción: https://www.eventbrite.com.ar/e/innovation-day-2016-tickets-21385530698
Emiliano Kargieman fue hacker, inversor tecnológico y ya lanzó varios nanosatélites desde su empresa Satellogic que tiene como objetivo democratizar el acceso al espacio para todas las naciones y las personas del mundo. Fue fundador y CEO de Core Security Technologies, Garagelab y de la firma de capital de riesgo Aconcagua Ventures
Satellogic lanzó el primer nanosatélite de la historia argentina, se llama Capitán Beto en colaboración con el INVAP, una empresa tecnológica de la provincia de Río Negro y su función es probar los sistemas que en poco tiempo revolucionarán la industria aeroespacial.
Kargieman: Al infinito y más allá (nota publicada en la revista Forbes en 2013)
EMILIANO KARGIEMAN, EX HACKER, EMPRENDEDOR E INVERSOR EXITOSO, QUIERE REVOLUCIONAR LA INDUSTRIA SATELITAL GLOBAL, UN SECTOR QUE MUEVE US$ 100.000 MILLONES.
“Estamos trabajando en una tecnología que nos permita construir satélites económicos, entre 1.000 y 10.000 veces más baratos que los tradicionales”, asegura Kargieman. Un satélite convencional puede requerir una inversión de US$ 150 millones, lanzamiento incluido (pero puede ser mucho más). Uno mini: US$ 150.000 en total.
Satellogic ya lanzó un nanosatélite: Capitán Beto, desde China, y lanzará otros desde Rusia, en noviembre, llamado Manolito. Capitán Beto es una cajita que mide 20x10x10 centímetros. Está cubierto por paneles solares, tiene dos computadoras de abordo, una cámara para sacar fotos de las estrellas y una rueda de inercia que permite moverlo.
“El objetivo con él era probar tiempos, lanzarlo, ver los componentes y lograr que se comunicara. Se cumplió todo. Manolito es similar, pero la PC es mejor, está hecha 100% por nosotros y la cámara sacará fotos de la Tierra. Ambos son prototipos. Llevamos prácticas que son comunes en la industria del software al espacio”, detalla Emiliano, hijo de psicoanalistas, con hermana melliza, nacido y criado en Palermo y casado con la escritora Pola Oloixarac.
¿Cuán grande es la industria satelital?
El mercado de servicios satelitales mueve US$ 100.000 millones. Eso incluye broadcasting, fotos satelitales, telecomunicaciones y GPS, entre otros servicios. Queremos posicionarnos con una estrategia distinta de fabricación para formar una red satelital a la que luego pondremos servicios innovadores. Una analogía puede ser con la industria informática de los ‘50, cuando fabricaban mainframes. Nuestros satélites serían las primeras computadoras personales de los ‘80, aparatos quizás con menos capacidad y algunos problemas, pero que por ser tan económicos permitieron generar modelos que revolucionaron todo.
Entonces, debe haber un Steve Jobs o un Bill Gates para la industria satelital que encabezará ese cambio de paradigma. ¿Se ve en ese rol?
Sí, quizás está por ahí. Pero yo… no sé, ojalá. La industria satelital –la espacial, en general– va a sufrir cambios importantes en las próximas décadas. El desarrollo va a comenzar a estar en manos de empresas y a dejar de estar en manos de agencias espaciales.
¿Por qué la informática y la tecnología satelital no se desarrollaron a la par?
Ambas nacieron en la segunda posguerra. La informática pasó muy rápidamente a estar dominada por el consumo, y eso generó desarrollo. Lo que pasa ahora con los “juguetes” que estamos desarrollando es que abren nuevas puertas. Si alguien hubiese querido hacer Facebook y Twitter en los comienzos de Internet, hubiese sido imposible. Con los satélites pasa lo mismo: no se puede innovar porque es costoso, hay que ir a lo seguro. Pero si se abarata todo, surgirán los “Facebook satelitales”. Va a pasar, indefectiblemente.
¿Para ganar dinero dependen de inventar ese “Facebook satelital”?
Queremos construir una compañía de servicios satelitales que facture miles de millones de dólares. Si hacemos las cosas bien, con una oferta disruptiva, tenemos que lograrlo.
¿En qué tiempo?
Entre 5 y 10 años.
¿Y en tres, en qué lugar estarán?
A un año de lanzar los servicios, 2016, vamos a facturar US$ 30 millones por año. Después, depende. Estamos trabajando para dar servicios simples que se validen rápido. Tecnológicamente, esto va a funcionar, lo hagamos nosotros o no. La apuesta es ser una compañía con recursos que lidere este segmento. Este mercado va a cambiar en su estructura, va a crecer porque se abren espacios para nuevos productos. No vamos a tomar una parte de la torta actual, sino que la torta actual va a crecer, y mucho.
¿Cuándo van a estar en condiciones de dar servicios?
El año próximo seguirá siendo una etapa de prototipos. Y en 2015 habrá servicios comerciales y comenzaremos a generar ingresos. Ya estamos trabajando con algunos clientes privados. Pero no puedo contar nada.
SATELLOGIC NACE con la meta de revolucionar, jura Kargieman, la industria satelital con servicios. Pero él no puede, no quiere, contar ningún detalle al respecto. Se muerde los labios, pero no: ahí, en los servicios que pueda idear junto a su equipo, parece estar la clave de todo. Es que hay otros, al menos tres compañías en todo el mundo, que están en su misma situación.
“En dos o tres años esto se va a poner muy divertido. Igual, calculo que hay más gente pensando ideas similares. Cuando lanzamos en 2010 no había nadie, aunque yo imaginaba que sí. Y había. Estar muy solo con este tipo de ideas tan disruptivas tampoco está tan bueno. Si tenés mucha suerte te adelantás unos meses, pero estas ideas suelen surgir en muchos lugares a la vez. El tema es la ejecución”, explica.
La lógica indica que, en primera instancia, todas las empresas de nanosatélites irán detrás de los servicios y a clientes tradiciones, pero con una escala de precios menor.
“Como pasó con Internet, lo más entretenido no es lo que se nos ocurra a nosotros, sino a los usuarios. Por eso, cuando más disponible esté todo para más gente, más ideas habrá. Nosotros vamos a tener nuestra killer app inicial, pero vamos detrás de una red de servicios que tienen que justificar la plataforma”.
¿Qué dicen sus competidores en cuanto a servicios?
Nadie habla. Hay una compañía estadounidense que se llama Planet- Lab que anunció una constelación de más de 20 satélites para tomar imágenes de rango medio.
¿Y cosas nuevas?
O3B va a dar servicio de celulares para áreas donde no hay cobertura, pero con satélites un poco más grandes. Google tiene un proyecto de globos para dar Internet, pero no es satelital.
¿Cuáles son las claves para sobrevivir y tener preponderancia en esta industria incipiente?
Es una combinación. Son claves la tecnología y los servicios que seamos capaces de ofrecer. Luego, hay temas de ejecución y de alineamiento de recursos e hitos en un plan muy complejo. Los procesos también son importantes, y son lo que permite bajar más aún los costos. Hay temas complejos, como regulaciones. Y luego, sí, el desafío de los servicios.
CUANDO SE FUE DE Core Security, Emiliano comenzó a mirar para arriba. En realidad, lo hacía desde muy chico, fascinado por el espacio. Con un pasar asegurado, fue a estudiar a Mountain View, al Ames Research Center de la NASA. Desde allí intensificó su diálogo con Lino Baraño, ministro de Ciencia y Técnica de la Nación, a quien conocía desde que estaba al frente de la Agencia de Promoción Científica. Barañao se enteró del plan de Kargieman y lo convenció para que se convirtiera en un “cerebro repatriado”. Así, por medio del Invap, el Estado se convirtió en impulsor e inversor en una insipiente Satellogic. Y Emiliano volvió. “La Argentina tiene una historia satelital súper rica, y sobre todo el Invap, con muy buenos logros. Ellos fueron muy abiertos y me dejaron incubar mis ideas en sus instalaciones y con sus equipos. Me abrieron las puertas y me instalé en Bariloche dos años. Entre todos dimos forma a esta plataforma de satélites opensource para uso abierto en universidades y laboratorios de investigación”, explica el emprendedor.
¿El Ministerio invirtió en la compañía?
Somos una empresa privada. Invap, por medo del Ministerio, hizo un aporte de capital de US$ 1,5 millones. Somos una suerte de contratista de Invap. Así, financiaron el desarrollo de una plataforma abierta de nanosatélites, que es la que estamos volando ahora, que queda para que cualquiera en el futuro pueda fabricar satélites de este tipo y lanzarlos con su propia tecnología. Ese vínculo se cumple con el lanzamiento del segundo satélite y luego nosotros seguimos como compañía privada.
¿Se imagina vendiendo Satellogic por muchos millones?
Nunca pensé en vender Core. Mi objetivo no es hacer plata: si se quiere ser millonario, hay formas más seguras de hacerlo que siendo emprendedor. La mayor parte de los emprendedores no se hacen millonarios. Nunca pensé en mis empresas como un camino para hacerme rico vendiendo, siempre pensé en intentar cambiar cosas que a mí no me gustaban. Eso me divierte. Satellogic tiene potencia para ser algo espectacular. Igual, no creo que vender sea malo.
Ya que menciona a Core, ¿por qué se fue de la empresa que fundó?
Es el hijo que yo quería que fuera pianista y terminó siendo abogado. Hoy, la miro desde lejos. Soy accionista y la quiero mucho, pero desde hace mucho no estoy en la operación. Es un caso increíble de éxito, y logró cosas muy buenas.
¿Se aburrió?
La fundamos en 1995 y la llevamos hasta un lugar muy alto, cerramos varias rondas y pusimos un equipo de management gringo, que era lo que la empresa necesitaba para crecer. En 2006 me fui del día a día a hacer otras cosas. Hoy, ni siquiera estoy en el board. Me gusta mucho la etapa de los problemas y las discusiones tecnológicas, el startup. Estoy en contacto con Core, tengo muchos amigos ahí. Cada tanto me consultan... una vez cada tanto, en realidad [risas]. Luego fue socio del fondo de inversiones tech Aconcagua Ventures. Sí, pero no está activo. Invertomos hasta 2009 y hoy mantenemos portfolio.
¿Cómo vivió esa etapa?
Fue frustrante.
¿Por qué?
Es interesante estar sentado del otro lado de la mesa, pero hubiera querido hacer más inversiones. Invertimos en cuatro empresas, cuando me hubiese gustado hacerlo en 15. Quería un portfolio más grande, pero vino la crisis y no se pudo. Vi 500 proyectos e invertimos en 4. Eso frustra. Además, no tener las manos en la masa no me gustó mucho. Mentorear está muy bien, pero necesito la picazón de hacer cosas.
¿Cuál fue su experiencia más frustrante como emprendedor?
Siempre es la última, porque es la que duele más. Emprender es un proceso que toma tiempo, y más en la Argentina. Hay pocos actores, poco capital y menos profesionalización e infraestructura.
¿Entonces, se frustra con su actual proyecto?
Estamos haciendo algo increíble: cosas que van al espacio y dan vueltas a la Tierra. Queremos cambiar paradigmas y crear mercados. Y lo hago con un grupo de gente espectacular. Soy feliz. Me siento un 50% Don Quijote y un 50% Capitán Ahab. Necesito esa sensación de obsesión de ir detrás de la ballena blanca y la locura de ir contra los molinos de viento.
¿Se siente un hacker aún?
Me gustaría decir que con los años cambié, pero no. Termina siendo la misma adrenalina de ir detrás de cosas que son un poco más grandes de lo que uno cree que son sus capacidades. Yo a veces digo que no sé si es recomendable que la gente emprenda... a menos que no pueda dejar de hacerlo. Se necesita un poco de inconsciencia y cierto pensamiento mágico. Yo hago lo mismo de siempre: miro la tecnología y la modifico para hacer cosas que me interesan con lo que tengo a mano. Esa forma de pensar y esa curiosidad es la misma del hacker que fui alguna vez.