Un estudio de la UTA hace énfasis en como la tecnología de celulares inteligentes conduce a una disminución en la privacidad.
Tel Aviv. Lo privado versus lo público y lo virtual versus lo real convergieron en un mundo saturado por la tecnología de la información. Parece imposible dividir lo público de lo personal. Pero, ¿cuándo y dónde elegimos compartir la información sobre nosotros? ¿Cómo percibimos el espacio público y el espacio virtual? ¿Y cómo esas percepciones influyen en nuestras prácticas de ver y de ser vistos?
Un estudio reciente de la UTA publicado en Urban Studies sostiene que la «visibilidad dinámica», en la que se combina la vigilancia tecnológica con la información personal que ofrecen los individuos en línea, ha llevado a una disminución generalizada de la privacidad. «La tecnología no solo se usa para ir de lo general al detalle o viceversa, y los individuos se valen de sus dispositivos tecnológicos para compartir y mejorar su visibilidad en el espacio», dice la doctora Tali Hatuka, jefa del Laboratorio para el Diseño Urbano Contemporáneo del Departamento de Geografía y de Medio Ambiente Humano de la UTA.
«Cuando recurrimos a dispositivos de “geolocalización” o nos valemos de Waze u otras aplicaciones para tener citas, como Tinder, o nos metemos en Facebook, de hecho estamos menoscabando nuestra intimidad», explica Hatuka.
«Esta combinación de vigilancia secreta y este compartir voluntario contribuyen con una sensación de “vernos expuestos” en el espacio público que normaliza las prácticas de compartir datos personales por parte de individuos», prosigue Hatuka. «El resultado es una disminución generalizada de la privacidad.»
La doctora Hatuka, junto con el doctor Eran Toch, codirector del Laboratorio de Tecnología Interactiva del Departamento de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ingeniería de la UTA, es autora de este estudio.
Emplear «los espacios inteligentes» para medir el compartir.
Una encuesta hecha en 2013 por Google e Ipsos MediaCT en docenas de países encontró que la población israelí tenía el porcentaje más alto de saturación de teléfonos inteligentes (57 %), y una de las tasas más altas de uso de internet móvil y uso de correo electrónico móvil. El nuevo estudio de la UTA encontró algunas diferencias, en lo que refiere a preferencias de compartir, en diferentes tipos de espacios, pero estos palidecían en comparación con la disposición abrumadora de los participantes de compartir su ubicación con sus redes sociales.
Los investigadores desarrollaron una aplicación para Android denominada «Smart-Spaces» a fin de recolectar información para el estudio. Esta aplicación combina encuestas basadas en teléfonos inteligentes con el rastreo en línea de ubicaciones y el uso de aplicaciones telefónicas. La aplicación Smart-Spaces estuvo instalada durante 20 días en los teléfonos de estudiantes de la UTA, quienes respondieron encuestas basadas en contexto en el transcurso de sus rutinas diarias. Todos los participantes fueron entrevistados antes y después de la instalación de Smart-Spaces.
«Más del 73 % de los participantes compartieron su localización a la hora de responder la encuesta», señala la doctora Hatuka, quien ofrece más detalles:
Es más, había una correlación entre el tipo de espacio en el que estaban —hogar, biblioteca, calle, plaza, etc.— y su disposición para ofrecer información, con un grado mayor de buena voluntad para compartir la ubicación y otra información cuando el sujeto se encontraba en espacios públicos.
Se analizaron los resultados de acuerdo con diferentes actividades, ubicaciones y cantidad de personas presentes en el momento.
Una mirada al futuro
«Si bien la muestra no representa la población en general, se pueden considerar nuestros resultados indicadores de fenómenos en el futuro», sostiene Hatuka. «Los estudiantes y quienes primero adoptan la tecnología celular inteligente, y sus prácticas, tal vez predigan las de la población más general.»
Los investigadores siguen estudiando el vínculo entre los teléfonos inteligentes, el espacio urbano y el comportamiento social para obtener una imagen pormenorizada de las prácticas en boga y así formular sugerencias concretas sobre cómo encarar los desafíos que vayan surgiendo.
«Nuestro próximo objetivo es comprender lo que vemos en verdad de entre una sobrecarga de imágenes en una era de información digital», concluye la doctora Hatuka. «Partimos de la premisa de que somos menos sensibles a nuestro medio ambiente físico. Eso es obvio. Pero el quid de la cuestión es este: ¿Cuándo es que nos damos cuenta?»