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11.05.2017  |  03:00 hs.  |  Amigos Universidad de Tel Aviv

Amigos de la Universidad de Tel Aviv

INNOVATION DAY 2017- MARTIN MIGOYA


CEO y Co-Fundador de Globant, una de las empresas de software más importantes del país y una de las más grandes a nivel mundial. Globant se especializa en outsourcing de productos de software innovadores para Google y algunas de las más importantes empresas multinacionales. La Sloan School of Management del Massachusetts Institute of Technology publicó el libro: “Globant, Leading the IT Revolution in Latin America”. Es conferencista habitual en el MIT y en las universidades de Stanford y Harvard.

Compartimos con ustedes un interesante reportaje que le hiciera MartIna Rua para Diario La Nación

Martín Migoya: "No podemos imaginar hoy los trabajos que van a existir en una década"
Hace 14 años creó con tres amigos una start up que diseñaba sitios web. Hoy, Globant es una de las empresas más innovadoras de la región, cotiza en la bolsa de Nueva York y vale más de 1000 millones de dólares. "Nosotros cuatro separados no habríamos hecho nada", afirma
Cuando hace 14 años cuatro amigos decidieron convertirse en socios para dedicarse al negocio del software y los servicios informáticos, se fijaron una premisa, una sola: vender en el exterior, sobre todo en Europa y los Estados Unidos. La crisis de 2001 había empujado a este grupo de ingenieros -provenientes de familias de clase media de La Plata y Mar del Plata- a dar el salto. Se animaron y pergeñaron Globant, una de las empresas más innovadoras del ecosistema emprendedor argentino, un gigante que hoy cotiza en el New York Stock Exchange (NYSE), que tiene un valor de mercado de US$ 1300 millones, y que junto con Mercado Libre, Despegar y OLX, es uno de los cuatro Unicornios de Internet de la Argentina, las empresas de base tecnológica que valen más de US$ 1000 millones y que son puestas como ejemplo de empuje y calidad por el presidente Mauricio Macri.
Martín Migoya es el CEO de la empresa y uno de los cuatro fantásticos de Globant, una empresa que hoy hace mucho más que software, sitios web o apps, una empresa que se embarca en travesías digitales, como ellos definen a su trabajo, junto a sus clientes.
Migoya ensaya sonrisas, miradas y gestos para la producción fotográfica. "Con esta mano ya no sé qué hacer", se ríe, y juega durante las tomas mientras se prepara para conversar en un sillón bordó de terciopelo en un living de su empresa, en el piso 9 de un edificio de la zona de Retiro. La amplia esquina vidriada devuelve una imagen contrastante: de un lado el hervidero del centro porteño; del otro, Puerto Madero y el Río de la Plata.
Ahí, a pocos metros, van y vienen sus socios -Guibert Englebienne, Martín Umaran y Néstor Nocetti- y buena parte del equipo gerencial de Globant. Trabajan en varias islas que agrupan escritorios bastante sencillos. No hay estridencias, ni oficinas cerradas, aunque sí un Google style decorativo y conceptual que se destaca: un pelotero, coloridas salitas de reunión con gráficos en las paredes y hamacas paraguayas en una zona de poca luz que muchos usan para descansar. Los globers -como se llaman entre sí los empleados de la compañía- sonríen disfrazados desde fotos gigantes con las que están ploteadas las puertas de los ascensores. En el comedor, dos ingenieros juegan a la PlayStation y otros tres compañeros disfrutan un café y hablan del after office de la noche anterior.
¿Cómo convirtieron una pequeña start up que hacía websites en una multinacional de trasformación digital? ¿Cómo es que los cuatro fundadores siguen conformando un grupo de amigos que se van de vacaciones juntos? ¿Cómo logra el tan anhelado equilibrio entre la vida profesional y la personal? De todo ello, de su pasión por la música y del futuro de la Argentina habla Migoya con La Nación revista.
"Globant está en un momento de plena expansión, en un mercado complejo que tiene una demanda sostenida. Cada compañía del planeta necesita transformarse digitalmente para poder afrontar los desafíos que vienen. Nosotros los acompañamos en ese viaje o costumer journey, para que sean atractivas e innovadoras para millones de consumidores", asegura el CEO.
¿Qué buscan las empresas en ese contexto de trasformación digital tan desafiante e incierto?
Los consumidores quieren cosas -productos, servicios, soluciones- que sean relevantes para el momento que están viviendo. Buscan belleza y simplicidad de uso. Eso es lo que la gente espera de sus marcas y productos predilectos. Sin dudas, esas empresas no siempre están en condiciones de dárselos. Esa es nuestra capacidad: crear esas experiencias a las que nosotros llamamos omni-relevantes. Relevantes a la situación, al entorno, a la plataforma. Relevantes a todo.
¿Cómo se trabaja sobre esa necesidad, con qué equipos?
La creación de software siempre estuvo entendida como un proceso de ingenieros. Yo soy ingeniero, pero estas experiencias son más abarcativas. Creemos que un balance muy delicado entre informáticos, diseñadores, antropólogos y otras muchas especialidades. Personas que entienden lo que quieren los usuarios y son capaces de pensar lateralmente. Hoy, consumer technology, que es lo que esencialmente hacemos, tiene mucho más que ver con un proceso de prueba y error. El consumidor elige qué quiere y qué no quiere, y a partir de ahí se evoluciona hacia el próximo escenario. Todo Globant está armado alrededor de ese concepto. Muy temprano en nuestra historia logramos penetrar y entender a fondo cómo compañías exitosas en Silicon Valley creaban software. Por eso somos diferentes.
¿Cómo se hace para construir y sostener una cultura corporativa en una industria con tanta rotación?
La gente llega a esta empresa en busca de transformar sus carreras, y muchos lo logran porque son expuestos a los mejores clientes y los mejores proyectos. Entonces, es lógico que en algún momento decidan que su carrera puede pasar por otro lado. La construcción de la cultura corporativa no tiene que ver con que la gente se quede mucho tiempo. Hay que entender esa rotación como una herramienta de continuo aprendizaje y de generación de oportunidades. Después están los valores de la compañía, lo que sostiene a nuestra cultura corporativa. Reglas para imitar muy simples: actuamos éticamente, pensamos en grande, vamos al mundo e innovamos continuamente. Apuntamos a la excelencia. Queremos ser los mejores del mundo haciendo lo que hacemos. Cuando las reglas son simples la cultura se esparce.
¿Qué cosas de su vida personal sacrifica o relega un CEO?
Yo no hablaría como CEO, sí como emprendedor. Emprender es una forma de vida, no es algo que uno hace circunstancialmente. Es algo que, en mi caso, va a pasar siempre mientras me lo permita la cabeza. Uno se entrega a esta pasión, pero la familia es muy importante. La relación con mis hijos y con mi mujer es muy importante. Hay que balancear, cuidar mucho a la familia porque es desde donde uno se para. Somos equipos, no estamos solos: en casa, en la empresa, con los amigos. Hay que nutrirse de todo eso. No creo que haya que sacrificar muchas cosas, es un estilo de vida que uno elige con un montón de presiones, pero otros trabajos tienen otras cosas, más o menos exigentes. Una vez que entrás en el ritmo es como jugar a la pelota.
Globant nació en 2003 y hoy es un gigante con más de 5600 empleados. Tiene presencia en 12 países, con operaciones en 27 ciudades y 37 centros de desarrollo. En 2006 se convirtió en la primera empresa de tecnología que eligió Google para tercerizar servicios y ese hito fue un verdadero trampolín, un sello de calidad que derivó en una catarata de contratos con empresas firts class como Disney, Coca-Cola, FIFA, LinkedIn y NatGeo, entre muchas otras. Además, dio un paso que muy pocas empresas tecnológicas de la región llegan a dar -la Argentina tenía como único exponente a Mercado Libre-: desde hace tres años cotiza en el NYSE, el mercado de capitales bursátiles de Nueva York, bajo la sigla GLOB.
A lo largo de los años, Globant compró más de 10 compañías en todo el mundo. Dos de las últimas adquisiciones fueron la india Claris, en 2015, y Ratio, una empresa de Estados Unidos especializada en streaming, que incorporó este año.
A pesar de su tamaño, de cotizar en bolsa y de un profundo proceso de profesionalización e internacionalización que lleva adelante casi desde su nacimiento, en el fondo Globant sigue siendo una empresa de cuatro amigos. ¿O no?
El de los amigos que crecen como socios sin peleas ni rupturas no es un modelo exitoso muy habitual, y menos si son cuatro. Es central para la cultura de la empresa que sigamos los cuatro luego de tantos años. Encarna el be a team player, uno de nuestros valores: tenés que ser un jugador en equipo. Lo hacemos todos los días, no nos cuesta. Cada uno en su rol, con sus cosas. En Globant las decisiones se toman, no nos paralizamos por desacuerdos. Tenemos un trabajo en equipo muy aceitado, nos miramos y sabemos de memoria qué tenemos que hacer. Pasa también con el resto del managment team. No es que los cuatro hacemos todo, Globant está manejada por profesionales que dedican su tiempo y que son tan apasionados como nosotros. Puedo asegurarte algo: nosotros cuatro separados no habríamos hecho nada.
No tendrían cuatro pequeñas Globant.
Claro. Los cuatro estuvimos para esos momentos en los que había que pensar y resolver. Somos lo que somos porque estuvimos los cuatro y porque supimos administrar el equilibrio entre los fundadores y el resto del equipo ejecutivo.
Los fundadores de la compañía suelen irse de viaje juntos, con sus familias. ¿Hablan del trabajo cuando están de vacaciones?
Sí, más o menos... A veces las vacaciones las hacemos separados, pero sí, viajamos juntos. Nos gusta hacerlo. Nos divertimos estando juntos y complementando nuestras personalidades, que son bastante diferentes. Y si sale hablar de trabajo cuando estamos descansando, se habla. Hay una cosa muy importante para entender cómo trabajamos: amamos lo que hacemos. Esa es la premisa básica que cualquier emprendedor tiene que entender. Si vos te vas a meter en un negocio que no querés, por favor no lo hagas, nos perjudicamos todos. Si hacés algo, honralo, respetalo y llevalo adelante como se merece.
Hablemos de tecnología. ¿Qué impacto va a tener para el mundo de los negocios y para la vida la inteligencia artificial?
Estamos viviendo un momento en el que la tecnología, lejos de reemplazar el trabajo humano, lo está mejorando, lo está haciendo más eficiente. Permite tomar decisiones más certeras con una cantidad de información que antes no teníamos. Hubo una fase fundacional de Internet, en la que creó toda la infraestructura, con compañías como IBM y Oracle. Después, la segunda fase, con los Facebooks y los Twitters, lo que te conecta y te hace socializar de una forma más inteligente. Y la tercera parte es la revolución del Internet de las Cosas (IoT): todo va estar conectado a Internet, desde una grúa hasta la turbina de un avión, pasando por un ascensor y el lavarropas de tu casa. Todo conectado con un flujo de información que tiene que ser interpretada por algo y de alguna forma. Esa manera de interpretar tan grandes volúmenes de datos es a través de la inteligencia artificial.
¿Cuándo va a pasar?
Ya empezó. Hoy hay sensores por todos lados. Lo que pasa es que están como desconectados, hay que empezar a unirlos. Internet deja de ser entretenimiento y pasa a ser una herramienta para tomar decisiones.
¿Pensás que la inteligencia artificial va a impactar de manera negativa en el empleo?
Hace 15 años no nos imaginábamos estos trabajos que hacemos ahora. De la misma manera, creo que no nos imaginamos hoy los trabajos que van a existir dentro de 20 años, o dentro de 10. Entonces, no hay que tener miedo. La inteligencia artificial es como un recién nacido al que hay que ir educando. Está lejos de ser Terminator.
Migoya es afable y se entusiasma cuando habla de tecnología e innovación. Asegura que se divierte trabajando y se le nota. Nació en La Plata y allí, en la universidad pública, se recibió de ingeniero electrónico. Trabajó en YPF y en consultoras tecnológicas e hizo un MBA en la Universidad del CEMA. Es miembro del Board de Endeavor -que en la actualidad preside Englebienne, uno de sus socios- y de la Young Presidents Organization. Está casado con Carolina y tiene tres hijos: Facundo, Manuel y Felipe.
¿Cómo te nutrís de tendencias en innovación?
Asisto a charlas y leo, aunque no todo lo que me gustaría. Pero mi principal fuente son mis clientes, hablar con ellos, proponerles ideas, entender qué están haciendo, qué les duele. Es fundamental para saber qué pasa en el mundo. Lo hace todo el equipo porque es lo que hacemos: hablar con los clientes, que son ellos los que conocen a fondo a sus consumidores, para después traducir ese entendimiento en tecnología.
Hablemos de tus productivity hacks. ¿Cómo hacés para aprovechar más tu día?
A la mañana, temprano, corro. En general, tres veces por semana. Tengo como dos momentos especiales que son a la noche, tarde, cuando todos se fueron a dormir, y la mañana, cuando los chicos ya se fueron al colegio. Gran parte de las cosas que hago las pienso ahí. O en la ducha.
¿Cuándo corrés también pensás o tratás de estar más con la mente en blanco?
Cuando corro me concentro en el objetivo que tengo que lograr. Lo que me pasa es que después todas esas endorfinas producen otras cosas copadísimas.
A los 12 años, su madre, profesora de inglés, lo mandó a aprender a tocar el piano. En realidad, él quería tocar para acompañar como correspondía a un amigo suyo que era muy bueno. Fue un viaje de ida: desde ese momento, nunca más se pudo despegar de la música. Tuvo varias bandas en su juventud. Días de pop y rock platense. Días en los que explotaba la música de Virus y la búsqueda y la innovación estaban más presentes que nunca en la escena artística. Pocos años después, cuando la ingeniería era el eje de la vida de Migoya, ex compañeros suyos de banda, como Francisco Bochatón, triunfaron en Peligrosos Gorriones. "Toco y compongo. Es mi cable a tierra. Es un ejercicio mental de creación que hago hace muchísimos años y que me ayuda mucho", confiesa.
¿Qué instrumentos tocás?
El piano, la guitarra y el bajo. Me gusta el pop, soy de la época de Soda Stereo, y compongo cosas raras, que ya no existen más. Tengo influencia de grupos como Bon Iver, cosas muy cool que están pasando en el mundo, muy raras.
Y cantás. ¿Es verdad que en Spotify hay canciones tuyas bajo un seudónimo?
No...
¿Cuál es el seudónimo?
No, no te lo voy a decir... No tuvieron mucho éxito [risas]. Soy un amante de la música en general, pero ojo que el proceso de creación musical, lejos de lo que muchos piensan, es doloroso, es un parto.
¿Cómo se extrapola la creación artística a la dirección de una compañía de 5600 empleados?
Es un mecanismo de pensamiento. La innovación no es algo que vos decís: Ah, me voy a poner a innovar. Es una cultura, una forma de pensar, una dinámica. El ochenta por ciento de las veces no funciona, pero hay un veinte por ciento que decís: Ah, es esto. La música tiene muchísimo de eso. También está la casualidad y el azar. Brian Eno, que es un músico que yo admiro, juega con el azar como una herramienta creativa. Hace ejercicios de observación en los que ve lo que pasa, lo trata de cambiar y aprovecha todo lo que se encuentra en ese proceso. Después, la empresa tiene como dos fases, una muy creativa y otra en la que hay que ejecutar. Dos cerebros funcionando al mismo tiempo.
"Globant es el ejemplo de que se puede, de que cuando los argentinos nos comprometemos somos capaces de hacer cosas de máximo nivel, de igual a igual con cualquier país del mundo", dijo Macri una mañana soleada de abril de 2016 cuando visitó las oficinas de la compañía en San Telmo. Macri ama a los unicornios de Internet y los pone cada vez que puede como modelo. La relación de Migoya y Globant con el Gobierno también es muy buena: la búsqueda de previsibilidad y reglas claras es un viejo reclamo del sector más innovador de la economía local.
¿Qué cosas cambiaron para ustedes y la industria tech con la nueva gestión?
Las reglas sobre las cuales operamos son mucho más claras, pero hay muchas cosas sobre las cuales todavía hay que trabajar. La educación es una de las principales, y a Globant y la industria tecnológica nos afecta de lleno porque el principal insumo de todos es el talento. Lo que producimos hoy en materia de educación no es lo que el futuro demanda, y eso es un tema muy serio. Entonces, todas estas discusiones que están pasando sobre los paros docentes deberían moverse a otro lugar, a pensar cómo educamos. Siempre la discusión es el salario, y está bien, pero hay que hablar de cómo les enseñamos a nuestros hijos. Esta es una batalla que tenemos que dar, o estamos afuera. Por otro lado, hay que trabajar mucho más para que la Argentina sea un lugar con reglas claras y previsibles. Hay mucho por avanzar en ese sentido, sobre todo en la industria del software. No aguantamos más las decisiones cortoplacistas. Necesitamos decisiones de largo plazo y sostenidas que hagan que los empresarios pensemos de la manera correcta.
¿Y ves esa impronta ahora?
La veo, definitivamente. Se ha avanzado muchísimo en este sentido, pero hay que seguir trabajando.

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