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22.06.2017  |  03:00 hs.  |  Amigos Universidad de Tel Aviv

Amigos de la Universidad de Tel Aviv

DISCURSO DE LA PROFESORA NILI COHEN AL RECIBIR EL PREMIO ISRAEL


Premio Israel, Día de la Independencia, 5777
Sobre los hombros de gigantes
Señor Presidente de la República, señor Vicepresidente de la Knesset, señora Presidenta de la Corte Suprema, señor Ministro de Educación, señor Intendente de la Municipalidad de Jerusalén, compañeros galardonados con el Premio Israel, familiares y amigos queridos, estimado público.
Ha recaído en mí el honor de agradecer, en nombre de todos los galardonados, el gran reconocimiento que se nos ha conferido. Tenemos una honda gratitud para con quienes nos han considerado dignos merecedores, así como para con nuestras familias y amigos, quienes nos apoyaron a lo largo de todo este camino.

 

El Estado de Israel se basa en una amalgama de tradiciones y de revoluciones. Esta combinación trajo como resultado la concreción del sueño sionista, el milagro de la resurrección del hebreo —idioma de la Biblia y el Talmud—, la congregación de los judíos en Israel, y la construcción de un estado en que lo espiritual y la lucha van codo a codo.
Desde sus inicios el Sionismo añadió a su visión nacional la aspiración a la excelencia científica, el florecimiento de la vida espiritual y la justicia social. La idea de erigir una universidad hebrea en la Tierra de Israel ya había surgido en el Primer Congreso Sionista, y el reconocimiento de la igualdad de derechos para las mujeres, incluidos el derecho de elegir y ser elegido, fue una de las piedras fundamentales del Sionismo, incluso en aquellos años en que se negaban estos derechos en muchos países de Occidente. Ya en la época del Mandato Británico, el pequeño Yishuv le dio vida a instituciones de investigación y de educación superior y llevaba adelante una rica vida cultural y espiritual. Todos nosotros estamos parados sobre los hombros de gigantes: los pensadores del sueño sionista y quienes lo concretaron, gigantes del espíritu y creadores de cultura. Y todos nosotros nos proponemos seguir construyendo una sociedad que, de acuerdo con la Declaración de la
Independencia, se base «en los fundamentos de la libertad, la justicia y la paz de acuerdo con la visión de los profetas de Israel, mantenga una completa igualdad de derechos sociales y políticos para todos los habitantes sin distinción de credo, raza o género, y garantice la libertad de culto, de conciencia, de idioma de educación y de cultura».
Durante los avatares cotidianos y sus desazones, tendemos a posar la mirada especialmente en las vicisitudes, sufrir las tensiones que dividen a la sociedad israelí y poner de manifiesto sus males. Esto mismo ya había señalado Natán Alterman en los tiempos de la guerra por las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1949, cuando alentaba a sus lectores a poner el foco en lo esencial, que no era sino en el renacimiento nacional, y en el altísimo precio que habría de pagarse para conseguirlo:

Puesto que un peligro pequeño como una aceituna
existe y es que, a causa de la prisa,
de tantos árboles y del ruido de cacería,
nos olvidemos por completo de la majestuosidad del bosque.
Por lo tanto, en el crepúsculo de una jornada agotadora,
hasta que volvamos a pronunciar palabra,
bueno es que veamos por un instante, camarada,
la estrella que se encuentra sobre nosotros
pues entonces sentimos cómo el viento
que se arremolina por esta urbe,
con gran pesar y llanto enviado,
con fortuna para diez generaciones.

 

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