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29.12.2017  |  03:00 hs.  |  Amigos Universidad de Tel Aviv

Amigos de la Universidad de Tel Aviv

APUNTAR A LA CONEXION MENTE/CUERPO EN EL ESTRES


Los investigadores de la UTA combinan pruebas genéticas con imágenes cerebrales para determinar el nivel de vulnerabilidad ante el Desorden de Estrés Postraumático (DEPT)
Tel Aviv. Nuestra capacidad de hacer frente al estrés depende del grado de eficiencia del cuerpo y de la mente para regular su respuesta frente a este.  Una recuperación deficiente después de encuentros sumamente traumáticos puede desencadenar el DEPT, la depresión e incluso una disfunción somática crónica —como el dolor y la fatiga— en algunas personas. Una mirada a la secuencia multinivel de eventos, pasando de cambios celulares al funcionamiento del cerebro, a las respuestas emocionales y a la conducta observada—  ayudará a los profesionales de la medicina a tomar decisiones más informadas en lo que respecta a intervenciones.

 


Un nuevo estudio de la UTA publicado en PLOS One ofrece esta mirada. Los investigadores recurrieron a tecnologías avanzadas de investigación genética e imágenes cerebrales para establecer que la función del cerebro responsable de regular la respuesta frente al estrés se entrelaza con elementos reguladores moleculares para crear un perfil personal de resiliencia al estrés. Estos hallazgos pueden, en el futuro, conducir a pruebas de sangre que faciliten la intervención temprana o preventiva en profesiones susceptibles de estrés elevado o trauma (por caso, soldados y policías). 
La investigación fue dirigida por la profesora Talma Hendler de la Escuela de Neurociencia «Sagol», directora del Centro del Cerebro Funcional perteneciente al Centro Médico «Sourasky» de Tel Aviv, y por el doctor Noam Shomron de la Escuela de Neurociencia «Sagol» de la UTA y de la Escuela de Medicina «Sackler», de la misma institución. La investigación para el estudio fue encabezada por los doctorandos Sharon Vaisvaser y Shira Moda de la UTA.
La complejidad biológica del estrés
«No podemos reparar en una medición, en cierto punto del tiempo, y creer que obtenemos el panorama general del estrés como respuesta», explica la profesora Hendler. «Este es, quizás, el primer estudio que induce el estrés en el laboratorio y analiza los cambios que se producen en los tres niveles de respuesta al estrés: el neurológico (como se observa en las imágenes cerebrales), el celular (medido con ayuda de la epigenética) y la experiencia (evaluada mediante informes conductuales).»
«Descubrimos que la vulnerabilidad al estrés no solo se relaciona con una predisposición atribuida a un gen determinado», señala Shomron. «El gen pertinente puede expresarse, o no, de acuerdo con la experiencia del individuo, el medioambiente y muchos otros factores relacionados con el contexto.»
«Este tipo de interacción entre el ambiente y nuestro genoma fue conceptualizado no hace mucho como “proceso epigenético”.» Se ha hecho patente que estos procesos resultan de suma importancia para nuestra salud y bienestar, y probablemente se encuentran, en algunos casos, mucho más allá de nuestras predisposiciones.
Este estudio se llevó a cabo analizando 49 hombres jóvenes saludables. Los investigadores integraron el análisis de las imágenes por resonancia magnética de las funciones cerebrales en el transcurso de una tarea que provocaba un agudo estrés social y también midieron los niveles de micro-ARN — un pequeño ARN de potentes efectos reguladores— obtenido en una muestra de sangre antes del estrés inducido y tres horas después.  Vaisvaser explica: «Veinte minutos después de que concluyó el ejercicio estresante, dimos con dos grupos: los que sufrían, esto es, aquellos que estaban aún estresados, y los recuperados, aquellos que ya no estaban estresados. Los que sufrían, ora no regresaron a la base de referencia, ora tardaron mucho más en hacerlo.»
Los investigadores encontraron que una alteración específica en la expresión del micro-ARN miR-29c era más grande entre los que sufrían de estrés, lo que constituía un marcador de recuperación lenta. Curiosamente, este cambio se correspondía con la conectividad modificada de un importante nodo regulador del estrés en el cerebro, el córtex prefrontal ventromedial. 
Los investigadores pudieron interpretar las funciones del cerebro mediante las moléculas de ARN analizadas en la sangre. Descubrieron que el miR-29c cumplía una función mediadora, que ligaba el mejoramiento de la conectividad del córtex prefrontal ventromedial con la ínsula anterior, un nodo fundamental de la red de prominencia, que recibe la sensación de estrés.
De la investigación básica al tratamiento práctico
«Todos necesitamos reaccionar frente al estrés; es sano reaccionar ante algo que se considera un desafío o una amenaza», explica la profesora Hendler. «El problema se da cuando uno no se recupera ni en un día, ni en una semana, ni en más tiempo. Esto indica que el cerebro o el cuerpo no están regulados en forma adecuada y que les cuesta mucho volver a la homeóstasis, esto es, una base de referencia equilibrada. Descubrimos que esta recuperación involucra mecanismos tanto neurológicos como epigenéticos o celulares, los cuales, en forma conjunta, hacen un aporte a nuestra experiencia subjetiva del estrés.
«Conocer la métrica del cerebro que se corresponde con esta vulnerabilidad genética posibilitará el desarrollo de planes personalizados para el diseño de un tratamiento guiado por el cerebro que se base en una prueba de sangre.»
«Si podemos identificar mediante un simple análisis de sangre a aquellos individuos propensos a desarrollar respuestas que no se adaptan al estrés, estaremos en condiciones de ofrecer una prevención útil o una intervención temprana», agrega Shomron.
«Conducir un estudio colaborativo e interdisciplinario es un gran desafío», afirma Vaisvaser. «Pero el desafío vale la pena: ampliar las formas de observar la dinámica entre factores concurrentes que hacen su aporte a la experiencia total del estrés».
Los investigadores avanzan con el estudio para buscar las oscilaciones dinámicas que manifiestan en los marcadores epigenéticos de los individuos que sufren de desórdenes de estrés para confirmar si aquellos son pasibles de ser modificados mediante tratamientos que apunten al cerebro.

 

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