Durante los últimos años se ha venido acumulando más y más evidencia con respecto a la incidencia de los humanos como factor fundamental en la extinción de animales de gran tamaño, y como consecuencia, tuvieron que adaptarse para la caza de animales más pequeños, primero en áfrica y luego en todas partes del mundo.
Cuando los humanos aparecieron por primera vez en África hace 2.600.000 años, el tamaño promedio de los mamíferos terrestres era de alrededor de 500 kg. Justo antes del comienzo de la agricultura, esta cifra había decrecido por arriba del 90% - a unas pocas docenas de kilos.
En su nuevo estudio, el Dr. Miki Ben-Dor y el Prof. Ran Barkai del Departamento de Arqueología Jacob M. Alkow de la Universidad de Tel Aviv, ofrecen una explicación original e integradora de la evolución fisiológica, conductual y cultural de las especies humanas, desde su primera aparición hace alrededor de dos millones de años hasta la revolución agrícola, alrededor de 10.000 a.C. El Dr. Ben-Dor y el Prof. Barkai sugieren que los humanos se desarrollaron como cazadores de animales de gran tamaño, y eventualmente provocaron la extinción de éstos.
Cazando de un modo más inteligente, no más difícil
A comparar el tamaño de los animales encontrados en las culturas arqueológicas, representando diferentes especies de humanos en África oriental, el sur de Europa e Israel, los investigadores descubrieron que en todos los casos había una significativa declinación en la prevalencia de animales de un peso superior a los 200 kg, como así también un incremento en el volumen del cerebro humano. Según los investigadores, la disminución en el tamaño de los animales salvajes y la necesidad de cazar animales pequeño y veloces, forzó a los humanos a desplegar destreza y audacia – un proceso de evolución que demandó un mayor volumen del cerebro humano – el cual en realidad, creció de 650cc a 1.500cc – y más tarde llevó al desarrollo del lenguaje, permitiendo el intercambio de información acerca de dónde encontrar la presa.
"Para nosotros, existe una correlación entre el aumento en el volumen del cerebro humano y la necesidad de convertirse en cazadores más listos”, explica el Dr. Ben-Dor. Por ejemplo, la necesidad de cazar docenas de gacelas en vez de un elefante generó una presión evolutiva prolongada sobre las funciones cerebrales de los humanos, quienes ahora gastaban mucha más energía tanto en movimientos como en los procesos de pensamiento. Cazar animales pequeños, que están amenazados constantemente por depredadores y por lo tanto son muy rápidos para huir, requiere de una fisiología adaptada a la persecución y también de herramientas más sofisticadas para la caza. La actividad cognitive también aumenta dado que la rápida persecución exige una rápida toma de decisiones, basada en el conocimiento fenomenal del comportamiento animal – información que necesita ser almacenada en una memoria más grande o de mayor capacidad”. La teoría sostiene que todos los medios sirvieron para un solo fin: la conservación de la energía corporal.