La historia de éxito de la nave especial “Genesis”, que empezó como un sueño de tres jóvenes emprendedores y terminó con todo un país siguiendo cada maniobra en su camino hacia la luna – demuestra que en el país ‘Start-up’, para que un sueño se haga realidad sólo se necesita determinación, destreza y coraje. Todo lo demás ya existe aquí y en abundancia.
A Israel se lo conoce como la ‘Nación Start-Up’. Básicamente, consiste en un fenómeno cuyas raíces provienen de antiguos ingredientes culturales tales como el cuestionamiento de cualquier autoridad, el atrevimiento de arriesgarse, y el hecho de poner en primer lugar de prioridades la tarea de nutrir el capital humano y educar a los jóvenes para la excelencia, etc.
La historia personal a continuación podría servir como demostración de estos argumentos, más que mil artículos académicos.
La historia se remonta a 10 años atrás, cuando yo ya era presidente de la Agencia Espacial de Israel.
A los tres hombres jóvenes que estaban sentados conmigo en mi oficina de la Universidad de Tel Aviv se los veía muy decepcionados. Recién terminaban de presentar, con enorme entusiasmo, su plan para construir una pequeña nave especial que aterrizaría en la luna, enviaría una imagen a la Tierra, saltaría alrededor de 500 m hacia un lado para enviar otra imagen. “Lo haremos en 3-4 años, a un costo de alrededor de U$10 millones”, dijeron Yariv Bash, Kfir Damari y Yonathan Winetraub, “y ganaremos un premio de U$20 millones que anunció Google Xprize para el primer grupo (no gubernamental) que lo haga. El premio lo ofreceremos como contribución a la actividad educativa que atraerá a la juventud de Israel a estudiar ciencia y tecnología en general y el espacio en particular”.
Yo estaba impresionado, dado que sólo los Estados Unidos, Rusia, y China lo habían hecho con anterioridad.
Sus rostros empalidecieron cuando les dije que yo estimaba que el costo de la nave sería de, por lo menos, U$80 millones, que era cuatro veces el valor del premio. Los miré fijamente y recordé situaciones similares en mi vida, cuando me surgió alguna idea novedosa y me topé con el profundo escepticismo por parte del “profesional”. Yo fui afortunado en la vida y, a pesar de las dudas, siempre me dieron la oportunidad de demostrar mis ideas.
Miré nuevamente sus rostros y me pregunté a mí mismo qué podría salir mal si les permitíamos hacerlo. Qué podemos perder, pensé. Según las reglas del concurso, la inversión debía provenir mayoritariamente de fuentes privadas, por lo tanto, en esta situación, no habría dinero público en riesgo.
“¿Saben qué?,” les dije, “Les voy a dar la oportunidad de presentar la idea durante 10 minutos en la conferencia sobre el espacio que llevaremos a cabo la próxima semana en la Universidad de Tel Aviv, y nos aseguraremos de que algunos filántropos vengan a la conferencia, y así tal vez se sientan impresionados. Yo personalmente invitaré a aquellos a los que les importa la educación de las jóvenes generaciones en Israel y sienten orgullo Sionista corriendo por sus venas”.
Y así fue. Morris Kahn, estaba en el público cuando ellos hicieron su presentación; y él les dio varios cientos de miles de dólares para comenzar a desarrollar la idea. Y este fue tan solo el comienzo (“comienzo es el significado de la palabra Bereshit en hebreo, que es el nombre de la nave que aterrizaría en la luna). Al final él mismo fue quien donó aproximadamente la mitad del costo final que fue (incluyendo el lanzamiento) de alrededor de U$100 millones. Morris también trabajó para reclutar personal clave para gestionar el SpaceIL, y el resto es historia.
Lo que importa es el mensaje
La nave especial llegó a la luna con éxito. Lamentablemente, algunos segundos antes de finalizer las maniobras de aterrizaje alguien en la torre de control apretó el botón equivocado, y la nave se estrelló sobre la superficie de la luna. La noche previa al difícil aterrizaje, los jóvenes celebraron con bailes, abrazos y conversaciones acerca de la enorme distancia que habíamos logrado atravesar y la pequeña distancia que faltaba.
El mensaje fue importante – llegamos a la luna, hicimos historia, convertimos a Israel en el 7º país del mundo en llegar a ella y primera organización privada en la historia en llegar a la luna con éxito.
Uno puede extraer algunas lecciones a partir de esta historia: ninguna “duda” puede detener a un grupo de jóvenes emprendedores en su empeño de materializar la idea en la que creen. Todos los elementos necesarios para concreter los sueños tecnológicos – creatividad, conocimiento tecnológico, la movilización de personas talentosas como voluntarios, financiamiento, etc. – todos ellos están presentes en este ecosistema de ‘Start-Up’, lo único que se necesita es extender las manos y “escogerlos”.
La historia de los tres jóvenes emprendedores que convencieron a todos para que los apoyaran no es la única. En lo que al espacio se refiere, Israel fue no sólo el primer pequeño país en aterrizar (a pesar de haber sido un aterrizaje forzoso) algo en la luna. También fue el primer país en lanzar exitosamente un Nanosatélite construido enteramente por estudiantes de Escuela Media Superior.
Y por eso es que vamos a lanzar una segunda “Bereshit”. Queremos que los chicos, los educadores y los padres, no teman a los fracasos, y también mostrarles persistencia y determinación. Queremos asegurarnos de que no dejarán de sonar ni de hacer lo que sea necesario para convertir esos sueños en realidad.
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Prof. Isaac Ben Israel es director del Taller para la Ciencia, Tecnología y Seguridad Yuval Ne’eman, Director del Centro Interdisciplinario Blavatnik para la Investigación Cibernética de la Universidad de Tel Aviv y Presidente de la Agencia Espacial de Israel.