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15.05.2018  |  03:00 hs.  |  Amigos Universidad de Tel Aviv

Amigos de la Universidad de Tel Aviv

COMO SERA EL CEREBRO DEL FUTURO


El cerebro es un órgano tan fascinante y complejo que no sólo intenta entenderse a sí mismo en el presente, sino que revé los pasos que lo llevaron hasta ahí y se interroga por aquello que no existe aún: ¿cómo será su propio devenir? ¿Cómo será el cerebro del futuro?
La posibilidad de utilizar nuevas técnicas de observación de las funciones cerebrales abre puertas impensadas. Ya se logró que dos personas se comuniquen sólo a través de sus pensamientos. Y que una mujer mueva un brazo  robótico con la mente. 
Un interrogante a responder es si la tecnología contribuirá a facilitar nuestra vida y nos permitirá encontrar la solución a nuestros problemas o, por el contrario, dará lugar a un mundo de hombres y mujeres deshumanizados y dominados por las nuevas tecnologías. Al fin y al cabo, lo que todos podemos preguntarnos es qué pasará con el cerebro en el futuro.

 

Las neurociencias cognitivas son un conjunto de disciplinas que estudian los procesos cerebrales de manera integrada e interdisciplinaria. Se proponen comprender cómo logran entre ochenta y cien mil millones de células nerviosas organizarse en circuitos eficaces y funcionales y dar lugar, por ejemplo, a nuestra conducta. Se trata, indiscutiblemente, de un enorme desafío. Conocer el lugar donde reside el alma, las ideas, los sentimientos y las decisiones ha sido uno de los enigmas que la humanidad ha perseguido desde siempre a través de disciplinas como la filosofía y la religión. En paralelo, sobre todo desde la modernidad y el culto a la razón, proliferaron relatos literarios, películas y series de televisión acerca del impacto positivo o negativo del desarrollo tecnológico en personas y sociedades. En las últimas décadas, la ampliación y profesionalización del campo de investigación científica, sus consecuentes descubrimientos y el avance de la tecnología potenciaron este recorrido neurocientífico.
Como esas viejas películas de ciencia ficción que veíamos en nuestra infancia, la tecnología impacta de manera asombrosa en avances para conocer y otorgarle potencialidades a nuestro cerebro. Pero no sólo eso, sino también para generar nuevos mecanismos de diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades. 
Por ejemplo, uno de los desarrollos innovadores son los implantes neurales, dispositivos tecnológicos que se conectan directamente en la superficie del cerebro y actúan como prótesis biomédicas. Esta nueva tecnología permite que personas con distintos grados de inmovilidad puedan accionar brazos robóticos únicamente con la fuerza de sus pensamientos. Así, a través de un mecanismo altamente sofisticado, una mujer paralizada pudo mover el brazo utilizando sólo sus pensamientos e incluso articular los dedos individualmente como para estrechar la mano con alguien. 
Otro avance que parece inspirado en la literatura de ciencia ficción lo representan las experiencias que tratan de lograr la comunicación de cerebro a cerebro. Investigadores de la Universidad de Duke lograron transmitir mensajes simples entre dos roedores ubicados en diferentes continentes y fueron pioneros en demostrar la comunicación de cerebro a cerebro. En humanos ya logró llevarse a cabo en un estudio en el que los participantes tenían que comunicarse directamente a través de sus cerebros para realizar una tarea conjunta. Podemos imaginar sin sobresaltarnos que en unas décadas se pueda navegar en Internet sólo con el pensamiento.
En estos años resulta habitual la analogía entre cerebro humano y computadora. Sin dudas el cerebro parece ser mejor para desenvolver algunas funciones y la computadora, otras. Por ejemplo, la computadora puede realizar con gran rapidez y precisión operaciones matemáticas y otras tareas lógicas; el cerebro humano, por su parte, tiene gran capacidad de interpretar la complejidad del mundo exterior y de imaginar otros mundos posibles. También inventar computadoras y tecnología para interactuar con el propio cerebro.
Actualmente es posible estudiar y describir procesos cerebrales como, por ejemplo, observar qué sucede durante el sueño. Esta nueva tecnología que explora el pensamiento extrae datos detallados de nuestro cerebro revelando lo que hemos visto o hemos soñado. El tratamiento futuro de algunos trastornos cerebrales podría desarrollarse mediante electrodos en vez de comprimidos.Todos estos avances sorprenden y también abren debates. Por ejemplo, los científicos advierten a través de una serie de experimentos que la interfaz cerebro-computadora puede violar la intimidad y ser utilizada para entrometerse en la vida íntima de las personas. Otro riesgo es que se haga principal hincapié en el avance de las tecnologías y no en las ventajas para los seres humanos para los cuales esas tecnologías fueron desarrolladas. Por otra parte, como todas nuestras acciones las llevamos a cabo con el cerebro, los descubrimientos sobre su funcionamiento no pueden quedar reducidos a los laboratorios, sino que deben involucrar a toda la sociedad. Es necesario dar a conocer los avances y que se logre el desarrollo sostenido de una neurociencia responsable, ética y científicamente sólida. 
La posibilidad de ser contemporáneos de esta expansión científica y tecnológica nos vuelve privilegiados en la historia de la humanidad. Pero los seres humanos seguimos siendo básicamente seres emocionales. Son las emociones las que predominantemente guían nuestra conducta, influyen en las decisiones e, incluso, en nuestros recuerdos. Sabemos que aunque la tecnología evolucione notablemente, es incapaz de vivencias pasiones, sentimientos íntimos, empatía, como lo hace nuestro cerebro. Por todo esto, es imprescindible saber que estas tecnologías ultramodernas deben estar al servicio de las personas y las comunidades y no al revés. Los seres humanos somos mucho más que hardware y software: somos nuestra experiencia que modula las conexiones neurales y nuestra genética, somos nuestras pasiones, nuestras frustraciones, nuestros sueños y nuestra esperanza, nuestro talento y nuestro sacrificio para imaginar un futuro mejor y alcanzarlo.

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